¿Estás luchando solo?
El hombre es un blanco para el enemigo. Desde la primera familia, el enemigo ha querido acabar con el hombre. El primer homicidio registrado fue un hombre (Caín) matando a otro hombre (Abel). Avanzamos en la historia y Faraón ordenó que todo niño varón nacido de los israelitas debía morir. Si nacía una niña, podía vivir, pero no los niños.
Hoy en día, las estadísticas nos reflejan este ataque frontal de parte de Satanás:
Los hombres tienen el índice más alto de suicidio, alcanzando casi el 80%.
El 70% de los indigentes son hombres.
El 73% de las víctimas de homicidio son hombres.
El 93% de los prisioneros son hombres.
El 92% de las muertes en el trabajo son hombres.
El 70% de los hombres luchan con la adicción a la pornografía.
Tú y yo no tenemos que ser una estadística. Podemos romper esta maldición en nuestra vida, en la vida de nuestros hijos varones y en la vida de nuestros amigos.
EL PROBLEMA
“Porque si cayeren, uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante.”
— (Eclesiastés 4:10 | NBLA)
El autor de Eclesiastés nos declara: “¡Ay del solo! que cuando cayere, no habrá quien lo levante”. Este es nuestro problema: siempre querer resolver todo por nosotros mismos. Uno de nuestros peores enemigos es nuestra tendencia como hombres de guardar todo internamente y no ser abiertos y transparentes con otros hombres.
El 95% de los hombres dicen que no tienen un amigo cercano. Claro que tienen con quién hablar de deportes, política, etc., pero no tienen un hombre con el cual puedan hablar de sus temores, luchas, tentaciones, etc. Guardamos todo hasta que no podemos más, y nos hundimos en alcohol, drogas, sexo ilícito o llegamos a quitar nuestra propia vida.
LA SOLUCIÓN
El autor del libro de Eclesiastés también nos ofrece la solución al problema que menciona: “Mejores son dos que uno… el uno levantará a su compañero… dos resistirán, y el cordón de tres dobleces no se rompe pronto”. Tú y yo necesitamos hombres de Dios, hombres de fe en nuestras vidas, no solo para ver fútbol, sino para poder ser transparentes y orar el uno por el otro en los momentos de lucha.
#1 Busca hacer amigos entre los hombres de tu iglesia.
Tú y yo los tenemos que buscar, no sucede por accidente. Proverbios nos dice que si vamos a tener amigos, debemos mostrarnos amigables. Invita a hombres a tomar un café, ver un partido de fútbol, etc., pero luego toma tiempo para hablar de situaciones personales.
#2 Busca ser discipulado y discipular.
Busca hombres mayores en la fe que puedan compartir su conocimiento de Dios y brindarte orientación en tu vida. También busca hombres a quienes puedas discipular: hombres nuevos en la fe a quienes puedas ayudar a crecer en Dios.
#3 Asiste a eventos cristianos para hombres.
El 95% de los hombres que asisten a un congreso cristiano toman decisiones que cambian el destino de sus vidas. Dios, en el Antiguo Testamento, pedía a los hombres que tres veces al año dejaran su casa y su trabajo para peregrinar a Jerusalén y tener un encuentro con Él. No uses tu trabajo o tu familia como excusa. Debemos tomar tiempo cada año para apartarnos y, junto con otros hombres, buscar a Dios. Hoy en día sobran las oportunidades. Muchas iglesias tienen su congreso, retiro o campamento de hombres.
Existen ministerios como Legendarios, al que todo padre debería asistir con su hijo de 15 años o mayor. Así como hacemos una gran fiesta para nuestras hijas al cumplir 15 o 16 años para marcar su transición de niña a señorita, todo padre debería llevar a su hijo a Legendarios para marcar su transformación de niño a hombre.
También existe el ministerio De Hombre a Hombre, que cada año organiza congresos donde miles de hombres se reúnen para adorar a Dios y ser desafiados por grandes oradores. Estos congresos marcan la vida de un hombre. Los hombres encuentran su identidad en Dios. Es un tiempo donde Dios forja nuevas amistades y sana heridas profundas.
Visita la página www.dehombreahombre.com para encontrar el próximo congreso cerca de ti.
Dejemos de vivir vidas solitarias. Es en la compañía de hombres de Dios que seremos victoriosos en cada batalla.